Ipsi quoque

Posted on Saturday, September 22, 2012 in Debate, Política

Ipsi quoque

Hoy voy a tratar un tema que siempre me ha parecido interesante: las falacias.
Ser capaz de reconocer las falacias nos permitirá evitar ser engañados y tener debates más interesantes y fructíferos. En primer lugar, porque seremos capaces de evitar caer en su uso y en segundo lugar porque podremos evitar discusiones inútiles con gente que hace uso de ellas.

La motivación para escribir este texto fue el siguiente tuit de @SrDador:

que era una respuesta a este otro de @Cernizo:

El cual hace uso de sus propios abusos, y a continuación de estos dos tuits se sucedieron los ad hominem por ambas partes así como por parte de sus adeptos. Pero aquí voy a tratar la falacia del primer tuit del @SrDador porque es mucho más común, fácil y efectiva.

Se trata de una especie de tu quoque. El tu quoque es un tipo de argumentum ad hominem (es decir, un ataque personal dirigido a desacreditar al adversario en vez de rebatir el argumento) que consiste en acusar al adversario de lo mismo que está criticando. Es decir, el clásico “y tú más”. El caso más habitual de tu quoque lo vemos muy a menudo en medios de comunicación cuando nos muestran a un político del partido político A en el Congreso de los Diputados pidiendo explicaciones al partido político B por un caso de corrupción recientemente descubierto en una de las administraciones en las que gobierna. Entonces sale a la palestra el portavoz del partido B que pretende rebatir la acusación del anterior interlocutor recordándole que el partido A también fue salpicado por otros casos de corrupción en otras administraciones en las que gobierna. Pero ese hecho, que el partido A también esté afectado por la corrupción, no sirven para demostrar que los hechos que se le imputan al partido B sean falsos, sólo se ha cambiado de tema.
Más información sobre tu quoque en Wikipedia y ARP-SAPC.

Cómo debatir
Debatiré contigo si aceptas ciertas normas.
Fuente: Las penas del Agente Smith

Pero en el caso de @SrDador no se trata de un tu quoque y vamos a ver por qué. Como no quiero que se entienda esto como una disputa partidista que no me interesa lo más mínimo, voy a seguir usando la terminología de partido A y partido B.
En este caso, el ataque, en un principio, se dirige contra un tercero ya que a ninguno de los dos se le presupone militancia en ningún partido y el ataque se dirige contra un partido que no está participando en la conversación. Motivo por el cual, en vez de tu quoque (tú también) decidí llamarle ipsi quoque (ellos también), ya que la diferencia es importante y las consecuencias son distintas y por eso creo que sería un tipo distinto de falacia. Y si hay en la sala algún entendido en lenguas clásicas que considere que esa expresión es horriblemente incorrecta, se agradecen correcciones. Así como algún entendido en lógica que me diga si lo que estoy diciendo son chorradas.
Sin embargo, aunque el ataque aparentemente va dirigido hacia un tercero, también incluye un ataque velado contra el interlocutor ya que se le recrimina haber acusado al partido A de algo de lo que también es culpable el partido B intentando hacer ver que el interlocutor podría tener interés en perjudicar al partido A y beneficiar al B, algo que podría ser cierto o no, pero que en cualquier caso no defiende al partido A de la acusación.
Y aún hay otra consecuencia de este argumento que me parece más grave todavía. En el tu quoque se pretende refutar el argumento porque el interlocutor se encuentra en la misma condición que el acusado. Pero en el ipsi quoque se rechazará la acusación independientemente de quien la haya hecho ya que es la condición de acusado de un tercero la que se está usando para rechazar la acusación, por lo que se podría usar esa estrategia con cualquier interlocutor.
Pero además, se está imponiendo una condición (“no puedes pedirle al partido A que resuelva su problema de corrupción mientras los partidos B y C tengan sus propios problemas de corrupción”) que nunca se podrá cumplir. Ya que, si aceptamos esta condición y acudimos al partido B para pedirle que resuelva sus problemas de corrupción, nos preguntarán por qué no se lo pedimos antes a A y C y cuando vayamos a C nos preguntarán por que no se lo pedimos antes a A y B.
Por lo que, si se aceptase el ipsi quoque como una respuesta válida, se estaría aceptando un argumento para evitar el debate de forma universal (para cualquier interlocutor, ya que no depende de éste) y permanente (ya que se podría aplicar siempre que existan terceras partes en la misma situación).

Existe otro tipo de falacia lógica bastante relacionada con ésta y que también está muy extendida, así que me gustaría aprovechar para tratarla también esta vez. Se trata del típico argumento de “como si no hubiera cosas más importantes de las que ocuparse…”. Por ejemplo: “me ponen una multa por mentir en la declaración de la renta y mientras tanto hay políticos que están robando millones”.
Este argumento, además de suponer una visión peculiar de la aplicación de la justicia, es, en primer lugar, inaplicable. Porque supone establecer una jerarquía de delitos y que los que estén más arriba en la jerarquía se deban resolver antes. Primero habría que establecer esa jerarquía: asesinato por encima de robo, robo por encima de perjurio, perjurio por encima de falsedad documental aunque si el robo es por menos de 100 euros entonces pasa a estar por debajo de falsedad documental y si el perjurio es por un caso de asesinato entonces pasa a situarse por encima del robo…
Además, es inalcanzable. En un principio parece legítimo: desviar todos los recursos a los delitos más graves y después de resolver éstos ir descendiendo por la jerarquía hasta los de menor nivel. Pero eso supone que hasta que no se resuelvan todos los delitos mayores, quedarán sin resolver todos los delitos menores por lo que no tendríamos que preocuparnos porque podamos ser castigados por cometer algún delito menor mientras exista todavía alguno mayor que no fue resuelto.
Y, por último, es falaz porque, de nuevo, que haya otra gente cometiendo otros delitos incluso peores, no te convierte en inocente ni implica que tu delito pueda verse exento de la penalización que le corresponde. En ese caso, todos tendríamos carta blanca para hacer lo que quisiéramos siempre y cuando haya alguien haciendo algo peor.