No, a ti no te funciona

Todos lo hemos escuchado alguna vez. Puede que algunos incluso hayamos usado ese argumento: «pues a mí me funciona». Parece que sirve para defender la eficacia de todo. Desde la homeopatía hasta la ouija pasando por la PNL o el MMS. Si tú lo has probado y has visto que funciona y a lo mejor hasta conoces a más gente que le funciona, eso serán ejemplos de que funciona y por lo tanto su eficacia quedaría probada, ¿no? Veamos por qué puede no ser así.

Nuestra percepción de la eficacia se ve afectada por determinados sesgos psicológicos y sociológicos que nos impiden apreciar correctamente los resultados e incluso alterarlos inconscientemente. Este es un fenómeno de sobra conocido y por eso la experiencia personal es una forma cuestionable de generar conocimiento. En su lugar se usan estudios llevados a cabo usando el método científico que ha ido siendo diseñado intentando corregir y neutralizar estos sesgos para intentar obtener resultados lo más objetivos y sólidos posibles. Además, si los resultados resisten las pruebas de falsación y replicación por diferentes equipos, se asegura que se obtiene un resultado más consistente.

Para una mayor claridad a la hora de explicar por qué la experiencia personal no es una prueba válida, a continuación se detallarán algunos de estos sesgos con ejemplos de cómo nos afectan a la hora de evaluar un resultado. Ha de quedar claro que estos son sesgos que todos aplicamos mayormente de manera inconsciente, por lo que no podemos presuponer mala fe a quien cae en estos sesgos ni considerarnos libres de ellos.

  • Fuente: Amazon

    Fuente: Amazon

    Sesgo de confirmación. Probablemente de los más conocidos y estudiados. Puede ser referido con muchos otros nombres o subtipos, algunos de los cuales también se explicarán a continuación, como sesgo de memoria, evidencia incompleta, interpretación sesgada, etc. Es la tendencia que tenemos a darle más valor a los casos que confirman nuestro punto de vista. Sería el caso, por ejemplo, en el que cada vez que tenemos un resfriado nos tomamos un preparado homeopático y la tercera parte de las veces nos curamos. Si tenemos tendencia a creer que la homeopatía funciona, daremos más validez y representatividad a los casos en los que nos hemos curado aún cuando es la menor parte de las veces —y aún cuando si fuese la mayor parte, podría no ser representativo, como veremos más adelante—. Es, por así decirlo, la tendencia inconsciente que tenemos a darle más relevancia a los casos que favorecen nuestro punto de vista y no tener en cuenta los que lo contradicen.

  • Evidencia anecdótica. Es un tipo de sesgo de confirmación de cherry picking y ojo porque a veces puede ser un argumento válido, especialmente en el caso de contraejemplos. La evidencia incompleta consiste en tomar una pequeña muestra (¡o un único caso!) que confirma nuestra hipótesis e ignorar el resto. Sería por ejemplo el caso de un usuario al que se le estropee el smartphone poco después de que le expire la garantía y en base a eso sostiene la hipótesis de que ese fabricante diseña los smartphones con la intención de que se estropeen al expirar la garantía. No es posible sostener esta afirmación basándose solo en este único caso y será necesario observar una tendencia generalizada a que esto suceda con un porcentaje significativo de dispositivos de este fabricante para poder sostener esta afirmación con mayor fundamento.
    Como adelantaba, puede haber casos en los que una única evidencia anecdótica puede ser válida, como en el caso de los contraejemplos. Si sostenemos que no existen perros verdes y es imposible que existan, con encontrar un único perro verde sería suficiente para demostrar que esta afirmación es falsa.

  • Efecto Forer. Este otro tipo de sesgo de confirmación debe su nombre al psicólogo que ha llevado a cabo el experimento más famoso al respecto. Forer reunió a un conjunto de sujetos heterogéneo y les repartió descripciones de su personalidad basadas en un test previo. Después les preguntó si se sentían identificados con la descripción de su personalidad consiguiendo una abrumadora mayoría de respuestas afirmativas. Al final del experimento se develaba que todas las descripciones de la personalidad eran iguales cuando evidentemente no todas las personas tenían la misma personalidad, pero las descripciones eran tan genéricas e imprecisas que cualquiera podía sentir que estaban hablando de él. Esto nos demuestra que podemos estar de acuerdo con cualquier afirmación si es lo suficientemente vaga e imprecisa (¿conocéis a Nostradamus?), sobre todo si esa afirmación confirma nuestra postura, en cuyo caso estaremos más predispuestos a perdonar pequeños errores e imprecisiones (sesgo de confirmación), sobre todo si introducimos algún sutil halago para adular el ego del lector. Es el caso de pseudociencias de la personalidad como la grafología y la frenología.

  • Messerli, Franz H.: Chocolate Consumption, Cognitive Function, and Nobel Laureates 18 de octubre de 2012 New England Journal of Medicine, 367, 1562-1564 doi:10.1056/NEJMon1211064
    Messerli, Franz H.: Chocolate Consumption, Cognitive Function, and Nobel Laureates 18 de octubre de 2012 New England Journal of Medicine, 367, 1562-1564 doi:10.1056/NEJMon1211064

    Relaciones espurias. Las relaciones espurias son las que establecemos entre dos factores que no están directamente relacionados sino que la relación se establece a través de un tercer factor o que no tienen ninguna relación en absoluto más alla de una simple correlación estadística que puede ser fruto del simple azar. Las más habituales y fáciles de entender (y caer en ellas) son cum hoc ergo propter hoc y post hoc ergo propter hoc que son las que predicen una relación de causa y efecto entre dos hechos cuando se producen a la vez (cum hoc) o uno después de otro (post hoc). El ejemplo más simple son las supersticiones: «le hice una ofrenda al santo y aprobé el examen». ¿No puede ser que hayas aprobado porque estudiaste? O incluso que hacerle la ofrenda al santo te haya permitido ir al examen con más confianza y seguridad permitiéndote obtener mejor resultado. Este sesgo, además, puede verse reforzado por el de confirmación: si estamos predispuestos a creer, convenientemente nos olvidaremos de los casos en los que la ofrenda al santo no funcionó. O creeremos que ese tropezón que tuvimos fue por el gato negro que se nos cruzó, aunque ya hayan pasado dos semanas desde que se cruzó el gato. Otro caso sencillo es el de «tenía una gripe, me tomé este preparado homeopático, y a los pocos días estaba curado. La homeopatía funciona». No, lo normal en una gripe es que se cure sola al cabo de unos días. Te habrías curado igual sin homeopatía.
    Un caso bastante reciente y difundido fue el estudio que mostraba una correlación entre el consumo de chocolate per cápita de cada país y el número de premios Nobel per cápita de cada país. En el paper correspondiente advertían sobre la tentación de establecer relaciones espurias, pero algunos medios hicieron caso omiso y proclamaron: comer chocolate aumenta la inteligencia hasta el nivel de hacer ganar más premios Nobel, ¿no? Bueno, hay otra explicación más lógica que es el del tercer factor: el chocolate es un alimento que podríamos considerar de un cierto lujo. Es decir, que es lógico pensar que en los países más pobres se consumirá menos chocolate. Si esos países son más pobres, sus ciudadanos tendrán menos posibilidades de acceder a una buena formación y realizar carreras de investigación, culturales o filantrópicas que aumente la posibilidad de llevar más premios Nobel al país.

  • Efecto placebo. Este debe de ser el más conocido de los citados y por eso no debe de ser necesario explicarlo mucho: de forma muy generalizada, podríamos decir que la creencia de que se va a producir un determinado resultado puede llevar a que los sujetos de estudio favorezcan ese determinado resultado. El ejemplo más conocido es el de los medicamentos: creer que estamos recibiendo un medicamento para mejorar un determinado síntoma puede llegar a hacernos percibir que realmente estamos experimentando una determinada mejoría en ese síntoma. Es el caso, por ejemplo, de la acupuntura. Cuando alguien cree que la acupuntura es efectiva, el propio hecho de recibir un tratamiento que cree que es efectivo activa la producción de dopamina que actúa sobre la partes del sistema nervioso que influyen en la percepción de bienestar independientemente del tratamiento aplicado y su efectividad real. Es decir, la sensación de bienestar no se debe a la efectividad del tratamiento sino a la fe en su efectividad por parte del paciente. Si además rodeamos todo esto de un entorno agradable y un trato amable y cercano con el cliente...
    El mecanismo que el método científico usa para anular este efecto son los grupos de control. A un grupo de control se le aplica un procedimiento que se sabe que no va a producir resultado positivos y se comparan los resultados positivos obtenidos en el grupo de control con los del grupo de estudio. Si la diferencia de resultados positivos con el grupo de estudio no es significativa, se podrá decir con fundamento que los resultados del grupo de estudio se deben al efecto placebo. Por ejemplo, siguiendo con el caso de la acupuntura, se ha probado que el número de pacientes que han notado mejoría tras un tratamiento de acupuntura es equivalente al número de pacientes satisfechos tras ser pinchados con alfileres al azar.

  • Sesgo del observador. En el caso anterior, explicábamos cómo los sujetos empleados para el estudio pueden inconscientemente favorecer un determinado resultado en función de qué resultado espera obtener. Para solucionarlo se introducen los grupos de control, también llamados «ciego simple» o estudio «a ciegas» o «enmascarado»: el paciente no sabe si el tratamiento que está recibiendo es el real o el placebo. Una contrarréplica esgrimida a menudo por ejemplo por partidarios de la homeopatía es que se ha «probado» que la homeopatía da resultado en el tratamiento a animales. ¿Cómo es posible esto? ¿No se suponen los animales independientes al efecto placebo? Bueno, no del todo. Por ejemplo, los animales están sujetos como nosotros (o tal vez más) al condicionamiento, que podría influir en el efecto placebo. Pero dejemos de lado este punto y concedamos que los animales no están sujetos al efecto placebo, aunque sepamos que no es cierto. Es habitual también que muchos de estos estudios que pretenden demostrar la eficacia en animales de una terapia sin fundamento científico ni siquiera tengan grupo de control o sea muy mediocre. ¡Incluso he llegado encontrar afirmaciones sobre la efectividad de la homeopatía en caballos usando un solo sujeto de estudio! Nadie toma en serio un estudio sin grupo de control, esto ya lo hemos visto en los puntos anteriores. Vamos a quedarnos solo con los estudios sobre animales que sí que usan grupos de control. Si el estudio es a ciegas, ya es suficiente, ¿no? Bueno, pues no. Por ejemplo, en un experimento en donde se quiere comprobar la efectividad de un determinado tratamiento médico, es inevitable que las personas que aplican ese tratamiento estén predispuestas a obtener un determinado resultado. Esa predisposición puede llevarlas a dar un trato distinto a los pacientes dependiendo del resultado que esperen de ellos. Por ejemplo, creando un entorno más hostil para los pacientes de los que espera resultados negativos y uno más amable para los pacientes de los que espera un resultado positivo. Para neutralizar este sesgo, se introduce un nivel más de ciego, el «doble ciego», en el que la persona que administra el tratamiento no sabe si está administrando el placebo o el tratamiento que está siendo estudiado. Una vez que se han recopilado las reacciones de los sujetos del estudio, será necesario interpretar los datos y extraer una conclusión. Aquí, de nuevo, las personas encargadas de llevar a cabo esta tarea pueden verse influidas por su predisposición hacia un determinado resultado, poniendo más interés en buscar resultados positivos en un determinado grupo. Para eso, se introduce un nuevo nivel de ciego, el «triple ciego» en el que las personas que analizan los resultados no saben a qué grupo pertenecen. Así, por ejemplo, si el estudio intenta comparar la eficacia de dos medicamentos, debería poder declararse como vencedor al medicamento que se administró a un determinado grupo sin saber cuál de los dos medicamento es... hasta que ya sea demasiado tarde para influir en el resultado.

  • Cámara de eco. Las cámaras de eco me parecen fascinantes porque, como se podría adivinar de su nombre, amplían otros sesgos como si fueran un eco, por eso lo he dejado para el final. Es lo que sucede cuando alguien de izquierdas dice: «¿Pero cómo puede gobernar la derecha? Si nadie dice nunca que vote a la derecha». Y las explicaciones que este sujeto habitualmente encuentra son dos: o hay mucho voto oculto a la derecha (gente que los vota pero luego no lo reconoce) o hay un mayor absentismo entre la izquierda provocando que la derecha esté sobrerrepresentada. Sin negar la posible existencia de los dos fenómenos que describen estas explicaciones, hay un tercero que puede ser más importante a la hora de explicar la diferencia entre lo percibido y el resultado: el grupo de conocidos entre el que se han recabado las opiniones no es una muestra representativa de la sociedad. Las relaciones sociales que establecemos, como es lógico, tienden a ser con personas similares a nosotros: nivel cultural, ideas políticas, poder adquisitivo, creencias, ... Y claro, al rodearnos de personas que piensan como nosotros, nuestras opiniones se ven reforzadas y nos privamos de escuchar opiniones discordantes que podrían hacernos dudar y ofrecernos evidencias que nos muestren que podríamos estar equivocados. Si al tomar nuestras relaciones sociales como muestra estamos cometiendo un error de sesgo, será peor todavía si esas relaciones se han establecido en un medio que ya es sesgado de por sí: «pues en Twitter todo el mundo está en contra de esta medida que ha aprobado el Gobierno». Como ya se ha comentado, en nuestro timeline de Twitter aparecerán los tuits de las personas que hemos escogido leer y que, como es lógico, serán personas más afines a nuestros puntos de vista. Si estamos en contra de esa medida aprobada por el gobierno, es lógico encontrar que observamos una oposición mayoritaria en Twitter. Pero además, al establecer nuestras relaciones sociales a través de Twitter, estamos partiendo de un medio que ya es sesgado ya que representa a un sector concreto de la población y que no es representativo de la sociedad.
    De este modo, nos relacionaremos con otros convencidos de lo que queremos demostrar que reforzarán nuestra percepción de que, efectivamente, está demostrado. Así, los que han tenido una experiencia favorable con la astrología (ya sea por efecto placebo, post hoc, efecto Forer, etc.) tendrán más tendencia a relacionarse con personas que también han tenido experiencias favorables, reforzando su percepción de que la astrología funciona: no solo me funciona a mí, conozco más casos de gente a la que le ha funcionado. Las cámaras de eco, además se pueden cerrar cada vez más sobre sí mismas y extremar su postura: cuantas más personas sigamos de una determinada tendencia, Twitter nos recomendará seguir usuario más afines a esa tendencia. Del mismo modo, cuando hacemos búsquedas en Google sobre, por ejemplo, homeopatía, si frecuentemente hacemos clic en los enlaces partidarios de la homeopatía, Google recordará cuál es nuestra preferencia y los enlaces que puedan mostrar información contraria a la homeopatía quedarían cada vez más relegados a puestos inferiores por lo que será cada vez más difícil que obtengamos información con la que contrastar nuestras creencias.

Por todo esto es necesario contrastar nuestros puntos de vista con personas de la opinión contraria, si es capaz de resistir el ataque de quien pretenda refutarlos, podremos sostenerlos con mayor fundamento.